Camino de la estación para ir al Campo de Verano de la Gendronniere,he visto una de esas fotos que durante unos días rellenaran los huecos de los periódicos veraniegos. Una foto de un niño, quizás de Somalia, a punto de morir de hambre. Miraba a la cámara con unos enormes ojos en los que parecía quedar solo un pequeño atisbo de vida. Cuantos cientos, miles de personas habrán visto esa foto u otra parecida estos días y simplemente pasaran la pagina. La imagen no nos permite ver, sentir, la imagen no nos transmite el miedo, el dolor, el hambre, el sentimiento de impotencia. La imagen repetida una y otra vez solo nos insensibiliza. Sin duda, como dice el salmo, nuestro corazón de carne se ha transformado poco poco en un corazón de piedra. Pero incluso en el supuesto de que aun quede un poco de la carne original en nuestro corazón: ¿ que podemos hacer?. ¿como podemos aliviar ese dolor, ese sufrimiento?. Existen organizaciones que ayudan, podemos poner algo de nuestro esfuerzo, de nuestro dinero,ayudar aunque sea a uno solo, no resuelve el problema pero a este le sirve.
Eso esta bien, muy bien, pero ¿como podemos ayudar realmente a un nivel mas profundo?.
Si tuviéramos fe, verdadera fe en nuestra practica lo sabríamos. Fe es una palabra muy vapuleada por nuestra cultura judeo-cristiana. Desde esa perspectiva la fe es un don gratuito. Dios nos la da o nos la quita en base a unos criterios que yo nunca he podido entender. La fe a la que me refiero no es esa, sino la que se encuentra impresa en nuestras células, en nuestros genes de seres humanos, en nuestra esencia mas sutil. Esta fe no necesita de ninguna concesión divina. Cuando nos sentamos en zazen esta ahí, en realidad siempre esta ahí. Nos permite penetrar a través del reflejo de los ojos de este niño de la foto y llegar hasta la raíz, sentir,oler, compartir su-nuestro sufrimiento. Solo actualizando esta fe podemos encontrar respuestas que nos sacien, que rellenen ese vacío que los ojos de este niño descubren en nuestro interior.
Pero sus ojos expresaban tanto dolor que mi fe se tambalea. Esta bien que nuestra fe se tambalee. Sabemos como actualizarla, como acrecentarla, como compartirla. Deberíamos saber también como mirar cara a cara a ese sufrimiento, a todo el sufrimiento y llegar hasta el fondo. Llegar hasta el fondo se convierte así en la mejor ayuda posible, en la única que realmente podemos aportar a este mundo.
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