jueves, 29 de noviembre de 2012

Anoche la luna llena...


Anoche, una esplendida luna llena brillaba sobrecogedora en un cielo sin nubes.  A menudo estamos tan ajenos a los ciclos de la naturaleza que un espectáculo como ese nos pasa completamente desapercibido.  La luna llena de ayer era la última luna de otoño, ahora, ya nos encaminamos decididamente hacia el invierno.  Siempre cuando llega esta época recuerdo una frase ,no sé de quien, pero que yo la he escuchado de boca de Raphael y que dice: “En el corazón del Invierno encontrar el leve palpitar de la primavera que viene”. 
Me gusta mucho esta frase porque creo que expresa con gran precisión el espíritu que debe abrigar, impulsar a nuestra práctica.  Encontrar siempre el pequeño punto blanco que emerge en el centro del círculo casi completamente negro, encontrar el pequeño punto negro que emerge en el centro del círculo casi completamente blanco.  Observar como crece desde ahí y como luego se transforma.  Observar como este proceso se repite constantemente a nuestro alrededor, también en nuestro interior.  Ese pequeño punto de luz o de oscuridad es el punto inabarcable y misterioso de la vida, de la vía.  Ese núcleo que nunca hay que desvelar, ese punto hacia el que debemos dirigir nuestra mirada, nuestro corazón para reencontrar el camino perdido.  En un momento como en el que nos encontramos, en el que todo a nuestro alrededor parece querer solo incrementar el circulo de oscuridad, el aspecto terrenal y material de nuestra existencia, debemos con mas ahínco reencontrar este aspecto inabarcable y misterioso de la existencia. Y después ser capaces de dar el salto cuántico que implica olvidarse del color blanco y del color negro, de la luz y de la oscuridad y observar sólo el cambio, la transformación, el continuo movimiento de expansión y de contracción de cada cosa en el universo y fluir con él.  Eso implica no quedarse de un solo lado, no apegarse a ninguna idea, a ninguna imagen, estereotipo de nada ni de nadie, tampoco de la práctica, tampoco de lo más sagrado.  Avanzar una y otra vez decididos hacia el invierno con el aletear de la primavera que viene en nuestro espíritu.  Que así sea en nosotros, que así sea siempre en nuestro dojo.