Amigos, me he permitido reproducir aquí el artículo que ha publicado hoy en su facebook el amigo Juan Arnau. En él quizás habla de filosofía aunque yo no sería capaz de afirmarlo. ¿qué pensáis?. Que lo disfrutéis.
Ver con los ojos de otro. Ese es el primer aprendizaje. Y ese movimiento se obra gracias al maestro. No todo es vanidad. El maestro nos enseña a desplazar nuestra mirada, a desembarazarnos de nuestras propias inclinaciones, del lastre que traemos a la vida. Si lo logramos, un nuevo mundo se aparece a nuestra mirada. No importa que el maestro sea un gran maestro, no importa incluso que muestre una perspectiva equivocada, lo que importa es que nos ayuda a desplazarnos, a mirar con los ojos de otro. Esa es su enseñanza fundamental. Otros maestros nos reubicarán, hasta que encontremos nuestro sitio, nuestra propia mirada, hecha de las miradas de aquellos que nos precedieron. Para que esto sea posible es necesaria la devoción, la devoción al maestro, pues en toda trasmisión de la enseñanza hay un trasfondo erótico, un ardor, una llama que no debe apagarse. El amor de Platón a Sócrates es el ejemplo fundacional. No el último. Aristóteles fue probablemente el mejor de los filósofos. Estuvo veinte años con su maestro en la Academia, en su juventud veía el mundo con los ojos de Platón. Interiorizó su enseñanza, la experimentó, la llevó hasta la ósmosis vital, y entonces dio el giro, entonces pudo ser él.
Cada persona es un ángulo desde el que se ve el mundo, la idea es de Leibniz. Cada ser es el mundo entero metido en una mónada, pero no se trata de que el mundo se repita en todos los seres de igual modo, no se trata de un holograma, se trata de que en cada ser se reproduce el mundo desde una perspectiva particular. Pero ese ángulo no es fácil de encontrar, y entonces, cuando no se haya, se produce la insatisfacción, la ansiedad y todas aquellas cosas que hacen la vida desdichada. En el Don Juan de Castaneda hay un episodio divertido que explica esto. El discípulo tiene que encontrar su sitio en un pequeño patio, y pasa muchas horas moviéndose de un lugar a otro, sentándose y levantándose, hasta que finalmente lo encuentra. Lo mismo con la filosofía. Vivir los filósofos hasta encontrar el propio, o hasta configurar una filosofía propia, con esas experiencias vividas con los ojos de otro. Si esa práctica de la atención filosófica, no puede haber filosofía propia. Y para que esto ocurra hace falta el maestro. Lo demás es dialéctica, humo.
Juan Arnau.
martes, 8 de abril de 2014
jueves, 3 de abril de 2014
Cada instante es un encuentro, cada encuentro es fugaz.
Cada instante es un
encuentro y cada encuentro es fugaz. Cada instante, cada encuentro forma parte
de una cadena cuyo origen no es posible de localizar y cuyo final no es posible
de adivinar.
El otro día, alguien en el Dojo preguntaba sobre el esfuerzo
necesario para mantener la atención presente en cada uno de estos instantes, en
cada uno de estos encuentros.
En el pequeño sutra que se recita al final de la jornada se
dice:"tomad consciencia del instante presente". Nuestra consciencia
es como una luz. Es una luz muy potente. Puede iluminar un espacio amplio a
nuestro alrededor y hacerlo entonces de una manera difusa o focalizarse en un
solo punto e iluminarlo de una manera intensa. Durante zazen repetimos el
intento de mantener este foco concentrado, embebido en la postura y en la
respiración. Para eso eliminamos estímulos, adoptamos una postura intensa y nos
rodeamos por un ambiente propicio. No necesitamos de nuestra voluntad para
esto, sólo necesitamos de nuestra decisión de sentarnos y abrir los ojos para
sentir lo que ocurre. De hecho, mientras más nos relajamos, mientras mas relajamos
la tensión de nuestro cuerpo, de nuestra mente, mientras más nos abrimos ,más
fácilmente, más naturalmente nuestra consciencia y nuestra atención se colocan
ahí donde estamos.
Pero y luego, ¿qué pasa en nuestra vida cotidiana?. Si tratamos, mediante el esfuerzo , de
mantener el mismo nivel de atención de la consciencia en cada instante, en cada
encuentro, posiblemente fracasemos una y otra vez y posiblemente este fracaso nos
lleve a olvidar completamente el intento e incluso nos empuje a abandonar la
práctica de zazen. En un momento en que parece que la atención plena es algo al
alcance de la mano realizando un par de cursos, zazen se presenta como válida
para nada.
Sin embargo la práctica de zazen crea en nosotros lo que
podríamos llamar como una “predilección” por la atención en el instante. Esta “predilección” aparece automáticamente
como “efecto” de nuestra práctica de zazen. Sólo tenemos que permitir que esta
predilección crezca naturalmente. Dogen al volver de China parece que a la pregunta de: ¿qué
has aprendido durante este tiempo?, respondió: No mucho, amabilidad y
gentileza. Debemos aprender también nosotros a tratarnos en nuestra práctica
con amabilidad y gentileza.
Tomad consciencia del momento presente dice el pequeño
sutra, pero antes también dice: el tiempo pasa rápido como una flecha. Yo me he aferrado a esta frase hasta
convertirla en una especie de mantra. Repito este mantra cada vez que compruebo
que mi espíritu, que mi mente está completamente dispersa o completamente
empantanada, una vez más, en los lloriqueos, quejas, sueños o ilusiones de
costumbre para que me devuelva de golpe al instante. Pero a la vez, la práctica
continuada de zazen me da una mayor fluidez. Esta fluidez permite que el hábito de la atención
naturalmente se establezca más y más firmemente en mi vida cotidiana.
No pretendo convencer a nadie de que esta es la “manera zen”
de actuar sobre el tema de la atención no tengo ni idea de cual es esa manera,
sólo puedo hablar de mi experiencia. Actualmente es fácil encontrar libros,
artículos, videos que tratan sobre la atención así que cada uno puede profundizar ampliamente sobre este tema y sobre la base de la práctica continuada pueden ser de ayuda .
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