Organizar una sesshin, en una época en donde sólo disponíamos de centros religiosos cristianos para hacerlo, era complicado. Éramos recibidos con amabilidad, sin duda, pero las condiciones para desarrollar una sesshin no eran a menudo las más adecuadas. Quizás por esto, desde que la primera sesshin terminó, empezamos en el dojo a madurar la idea de encontrar un lugar, de nuestra propiedad, en donde pudiéramos organizar las sesshines con total libertad.
No era un objetivo sencillo pero quién había dicho que nos gustaran las cosas fáciles. Durante años, primero como Dojo de Sevilla y a partir de 1984 como Asociación Cultural Dojo Zen de Andalucía, buscamos y rebuscamos por muchos lugares sin encontrar nada adecuado.
Pero cuando la idea había madurado lo suficiente apareció la ocasión. En nuestro caso llegó de la mano del padre de una de nuestras compañeras en el dojo. Este fue encargado de la venta de una considerable extensión de olivar que incluía un cortijo. No tenía demasiados problemas para vender la tierra, pero ¿qué agricultor querría gastarse su dinerito en un cortijo semiabandonado? Ahí aparecimos nosotros. Cerca de Sevilla, a unos cincuenta kilómetros por autovía, con una extensión suficiente, suficientemente aislado y con elementos en uso que permitirían su utilización inmediata. Era casi perfecto. El casi incluía un precio que con nuestros ahorros no podíamos pagar y una perspectiva de trabajo descomunal. Pero gracias a los fuses fue posible avanzar.
() Fuse - Dana Prajna Paramita- el don: Los sutras nombran tres tipos de fuse: -Los fuses materiales; dinero, comida, trabajo... -Los fuses inmateriales; apoyo, consuelo, empatía... -El fuse del Dharma; nuestra práctica de zazen...
Sean materiales, inmateriales o del Dharma lo más importante es olvidar lo que se da y olvidar a quien se da. El que da, el que recibe y lo que se da no existen el uno sin el otro, cada uno incluye al otro y los tres están vacíos.
No apegarse a nada es el más alto fuse, el más alto don. ()
Los primeros tiempos en La Morejona fueron muy duros. Íbamos casi cada fin de semana a trabajar. Cuando llegábamos lo primero era sacar lo imprescindible para dormir y cocinar del "bunker". Llamábamos así a una pequeña habitación en la que guardábamos lo mejor posible lo poco que teníamos. Sacarlo, limpiar el lugar en el pondríamos nuestros colchones; no podéis ni imaginar hasta que punto todo estaba sucio; preparar la cocina, el dojo. Cuando terminábamos con esta fase previa ya estábamos agotados y luego zazen, samu y al final limpiar y recoger todo de nuevo. Sin duda estábamos tocados por un espíritu que nos impulsaba: Dana Prajna Paramita.
El trabajo que inicialmente estuvo en manos de practicantes del dojo de Sevilla, arrastró a los de Andalucía y más tarde a los de toda la península ibérica. Gracias al impulso que Raphael Doko Triet le dio, sus discípulos fueron incorporándose a este trabajo desde todas partes de España, desde Portugal, desde Francia...
La asociación que era de ámbito Andaluz se quedó pequeña. Los miembros de la asociación dando muestras de su generosidad en la práctica, transformaron voluntariamente esta asociación andaluza en otra en la que entraran todos, vinieran de donde vinieran. Este paso fue el que permitió que el cortijo se transformara en un lugar de práctica y este en un templo.
Nuestro templo, el lugar en que nuestra shanga se transforma. A menudo por la fricción, que permite que nuestras aristas se pulan. No siempre es fácil, pero como dije al principio: ¿quién ha dicho que nos gusten las cosas fáciles?
Sean materiales, inmateriales o del Dharma lo más importante es olvidar lo que se da y olvidar a quien se da. El que da, el que recibe y lo que se da no existen el uno sin el otro, cada uno incluye al otro y los tres están vacíos.
No apegarse a nada es el más alto fuse, el más alto don. ()
Los primeros tiempos en La Morejona fueron muy duros. Íbamos casi cada fin de semana a trabajar. Cuando llegábamos lo primero era sacar lo imprescindible para dormir y cocinar del "bunker". Llamábamos así a una pequeña habitación en la que guardábamos lo mejor posible lo poco que teníamos. Sacarlo, limpiar el lugar en el pondríamos nuestros colchones; no podéis ni imaginar hasta que punto todo estaba sucio; preparar la cocina, el dojo. Cuando terminábamos con esta fase previa ya estábamos agotados y luego zazen, samu y al final limpiar y recoger todo de nuevo. Sin duda estábamos tocados por un espíritu que nos impulsaba: Dana Prajna Paramita.
El trabajo que inicialmente estuvo en manos de practicantes del dojo de Sevilla, arrastró a los de Andalucía y más tarde a los de toda la península ibérica. Gracias al impulso que Raphael Doko Triet le dio, sus discípulos fueron incorporándose a este trabajo desde todas partes de España, desde Portugal, desde Francia...
La asociación que era de ámbito Andaluz se quedó pequeña. Los miembros de la asociación dando muestras de su generosidad en la práctica, transformaron voluntariamente esta asociación andaluza en otra en la que entraran todos, vinieran de donde vinieran. Este paso fue el que permitió que el cortijo se transformara en un lugar de práctica y este en un templo.
Nuestro templo, el lugar en que nuestra shanga se transforma. A menudo por la fricción, que permite que nuestras aristas se pulan. No siempre es fácil, pero como dije al principio: ¿quién ha dicho que nos gusten las cosas fáciles?
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