
Han pasado treinta y seis años desde el fallecimiento de M.
Deshimaru. Durante este tiempo,
algunos, han idealizado su recuerdo hasta el punto de casi divinizarlo. Otros, por el contrario, lo han
criticado, y lo critican aún por considerarlo el origen de un zen erróneo. Y en mi foto, ajeno a todo esto, sensei
desaparece, se evapora poco a poco.
Mostrar nuestro agradecimiento es esencial. Pero ahora, aquí, sólo nosotros somos
responsables de cómo la práctica se desarrolla, de cómo es impulsada hacia el
futuro. Sólo de nosotros depende cómo se desarrollará la práctica en nuestros
dojos, en este templo, en nuestro país.
No descarguéis esa responsabilidad sobre ningún muerto. Sólo los vivos pueden poner un pie detrás
del otro y avanzar. Sólo nosotros podemos agarrar esta realidad y llenarla con
la dignidad de nuestras vidas. En
este instante sólo nosotros estamos en la confluencia de esas dos líneas
encontradas: la de las condiciones y circunstancias reunidas por nuestros
antepasados que han dado por resultado esto que llamamos yo y la del Dharma
protegido e impulsado generación tras generación por un infinito número de
practicantes. Todo esto confluye ahora, aquí en nosotros. Es nuestra responsabilidad. Una enorme responsabilidad. Aquí de
nada sirven las creencias, dejar de ser creyentes. Las creencias no servirán de justificación a esta vida, con
forma humana, tan difícil de obtener.
Las creencias no son de ninguna utilidad cuando se nos ha dado la
oportunidad de transitar por la vía.
Así que no nos queda mas que poner toda la atención en cada paso que
damos para el bien, para el beneficio de todos los seres sensibles.
Hacer esto si que es una verdadera muestra de agradecimiento.
Dejar que las cosas desaparezcan tranquilamente, sin aferrarnos a ellas, siempre ha sido el principio fundamental, ya no del zen, sino de todo budismo verdadero. La divinización de cualquier cosa (sea un objeto, sea una persona) es algo alejado de una actitud religiosa profunda, convirtiendo esa actitud en su contrario: en idolatría, en superstición, en algo a los que, en definitiva, nos agarramos por interés egocéntrico.
ResponderEliminarLa figura de Deshimaru, directa o indirectamente, con sus luces y sombras, nos guste más o menos, está relacionada en Europa de alguna manera con prácticamente todos aquellos europeos que un día decidimos emprender el camino del zazen, hecho este al que hemos de estar agradecidos.
Con todo, desde mi punto de vista, uno de los mayores problemas que se han tejido alrededor de su figura, no se si por culpa suya, de sus inmediatos sucesores, o puede que de ambos, ha sido la de olvidar que el zen, el budismo, no es obra de una sola persona, ni de unas pocas, sino que es algo que va más allá de las personas, continuado un rio que se inició hace muchísimo tiempo, y que aun renovándose y encarnándose en personas concretas es impersonal.
Un abrazo.