martes, 8 de abril de 2014

Ver con los ojos de otro.

Amigos, me he permitido reproducir aquí el artículo que ha publicado hoy en su facebook el amigo Juan Arnau.  En él quizás habla de filosofía aunque yo no sería capaz de afirmarlo. ¿qué pensáis?.  Que lo disfrutéis.

Ver con los ojos de otro. Ese es el primer aprendizaje. Y ese movimiento se obra gracias al maestro. No todo es vanidad. El maestro nos enseña a desplazar nuestra mirada, a desembarazarnos de nuestras propias inclinaciones, del lastre que traemos a la vida. Si lo logramos, un nuevo mundo se aparece a nuestra mirada. No importa que el maestro sea un gran maestro, no importa incluso que muestre una perspectiva equivocada, lo que importa es que nos ayuda a desplazarnos, a mirar con los ojos de otro. Esa es su enseñanza fundamental. Otros maestros nos reubicarán, hasta que encontremos nuestro sitio, nuestra propia mirada, hecha de las miradas de aquellos que nos precedieron. Para que esto sea posible es necesaria la devoción, la devoción al maestro, pues en toda trasmisión de la enseñanza hay un trasfondo erótico, un ardor, una llama que no debe apagarse. El amor de Platón a Sócrates es el ejemplo fundacional. No el último. Aristóteles fue probablemente el mejor de los filósofos. Estuvo veinte años con su maestro en la Academia, en su juventud veía el mundo con los ojos de Platón. Interiorizó su enseñanza, la experimentó, la llevó hasta la ósmosis vital, y entonces dio el giro, entonces pudo ser él.
Cada persona es un ángulo desde el que se ve el mundo, la idea es de Leibniz. Cada ser es el mundo entero metido en una mónada, pero no se trata de que el mundo se repita en todos los seres de igual modo, no se trata de un holograma, se trata de que en cada ser se reproduce el mundo desde una perspectiva particular. Pero ese ángulo no es fácil de encontrar, y entonces, cuando no se haya, se produce la insatisfacción, la ansiedad y todas aquellas cosas que hacen la vida desdichada. En el Don Juan de Castaneda hay un episodio divertido que explica esto. El discípulo tiene que encontrar su sitio en un pequeño patio, y pasa muchas horas moviéndose de un lugar a otro, sentándose y levantándose, hasta que finalmente lo encuentra. Lo mismo con la filosofía. Vivir los filósofos hasta encontrar el propio, o hasta configurar una filosofía propia, con esas experiencias vividas con los ojos de otro. Si esa práctica de la atención filosófica, no puede haber filosofía propia. Y para que esto ocurra hace falta el maestro. Lo demás es dialéctica, humo.

 Juan Arnau.

No hay comentarios:

Publicar un comentario