martes, 1 de mayo de 2012

Hace treinta años


Ayer se cumplieron treinta años de la muerte de Maestro Deshimaru.  El 30 de Abril de 1982 yo estaba en Madrid, en un cuartel, haciendo el servicio militar.  Un compañero del dojo de Barcelona me llamó por teléfono al cuartel para darme la noticia.  Recuerdo que cuando colgué me fui a un almacén en el que escondía un zafu, me puse mi rakusu de monje sobre el uniforme y me senté a practicar zazen.  En Sevilla, en Bacelona, en París, en cada sitio donde había discípulos de Maestro Deshimaru automáticamente y naturalmente nuestro primer impulso al conocer la noticia era sentarnos en zazen.  Maestro Deshimaru había hecho un buen trabajo.  Había sembrado la semilla de la práctica en cada uno de nosotros y esa semilla iba a florecer, más pronto o más tarde, siempre a partir de zazen, ese zazen que en la distancia todos sus discípulos compartimos en ese momento.  
Ahora treinta años después en nuestro Dojo de Sevilla, en Seikyuji, en tantos y tantos sitios esta práctica continua. 
Después de su muerte en su shanga hubo un gran desconcierto, dolor, los aspectos más básicos de la naturaleza humana se pusieron de manifiesto, los aspectos más hermosos de la naturaleza humana también aparecieron.  Luego Etianne, luego Raphael.  Nuestra shanga creció, nuestro templo poco a poco ha ido desarrollándose.  Y zazen continua. Ahora, a menudo, con compañeros en el dharma que ni siquiera habían nacido el día en que Sensei murió.  El hilo de la seda de la práctica atraviesa, traspasa nuestro tiempo humano extendiéndose ininterrumpidamente hacia delante y hacia atrás. 
El próximo Sábado, al final de la jornada de zazen en Sevilla recitaremos el Dai Shin Darani, nos acercaremos al altar y ofreceremos los méritos de nuestra práctica junto al incienso en memoria de Maestro Deshimaru.  Me gustaría que a partir de ahora, cada año repitamos este recuerdo, este agradecimiento.  Recordar y agradecer deben acompañar nuestro camino si queremos que nuestro dojo perdure.

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