A lo largo de nuestra vida la mayoría de las cosas que hacemos, la mayoría de las cosas por las que luchamos no sólo no ayudan a afinar nuestro espíritu sino que lo embotan más y más cada vez. Practicar es comenzar a caminar en una dirección contraria. En esta dirección cada acción y cada gesto deben ser un medio hábil para afinar nuestro espíritu. Por supuesto en la práctica de zazen, en nuestro pequeño dojo. Desde el vestuario manteniéndonos silenciosos mientras nos cambiamos, ordenando adecuadamente nuestras ropas y objetos, dejando los zapatos colocados de la forma correcta a la puerta del dojo, entrando con el pie izquierdo, haciendo gassho. En nuestro dojo tenemos que montar el altar, poner el buda, cada vez. Al entrar hacemos gassho, da igual si la estatua de buda no está sobre el altar, la estatua de buda nos es importante, el gesto, el espíritu con el que hacemos este gesto si lo es. Colocando nuestro zafu perfectamente alineado con la persona que está a nuestra derecha, pero también con la que está a nuestra izquierda. El lugar en el que cada uno nos sentemos en el dojo no tiene ninguna importancia, alinearnos con la persona de nuestra derecha y con la de la izquierda si.
Armonizando nuestros movimientos durante la ceremonia. Más rápidos, más lentos no tiene importancia, hacer gassho a la vez si la tiene. Acelerando, ralentizando nuestros movimientos, no hay prisa, si hay prisa ya que lo importante es hacer gassho a la vez.
Cada cosa, cada acción, cada gesto, profundizar en ellos. Afinar, afinar cada uno de estos, sin ostentación, sin artificio, avanzar juntos, afinar el espíritu, practicar la vía.
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