Nuestras palabras, nuestros gestos, nuestras maneras, nuestras formas incluso nuestros pensamientos dañan a menudo el espíritu humano.
Durante zazen nuestra inmovilidad, nuestro silencio, las formas y las maneras que surgen de nuestro profundo espíritu religioso: gassho, sampai, las ceremonias; acarician y reconfortan este mismo espíritu.
Cuando hablo de este espíritu humano no me refiero por supuesto a algo individual, pequeño o propiedad particular sino a ese que nos sobrepasa a todos sin distinción y que todos sin distinción compartimos. Acrecentar o encoger ese espíritu, dañarlo o reconfortarlo, en este instante, ¿de quién creéis que depende?. ¿Cuál es la forma, la palabra o el pensamiento que en este momento ayuda?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario