En mi situación de responsable de dojo a menudo me encuentro
con personas que me requieren para que ofrezca alguna respuesta a sus preguntas. Estas generalmente están relacionadas
con el sentido de la vida, con su final, con el satori, la iluminación o el despertar. Grandes preguntas a la búsqueda de
grandes respuestas.
Los que me conocéis ya habréis podido comprobar que mi
sabiduría es muy limitada, pero me llega como para saber que la respuesta a
estas preguntas es que estas preguntas no tienen respuestas. Al menos formuladas así. Al menos formuladas desde ese estado de
espíritu.
Nos inquieta, nos atenaza el alma la necesidad de encontrar
una respuesta al sentido de la vida mientras que nuestra vida se desliza
delante nuestra sin que nos percatemos.
Nos esforzamos por encontrar el camino hacia la iluminación, el camino a
esa especie de orgasmo espiritual en la que se ha convertido en nuestra cultura
occidental el satori y mientras, violentamos nuestro espíritu cerrando nuestros
ojos a las imágenes del mundo y cerrando nuestros oídos a los sonidos del
mundo. Para eso no vale la pena
practicar.
El otro día mientras recordábamos a Liliane contaba en nuestro dojo de Sevilla como los
últimos años ella se sentaba a la entrada del castillo de la Gendronniere antes
de zazen y a los que pasaban les preguntaba: ¿Está sonando ya el madero?. Preguntaba una y otra vez si estaba ya
sonando el madero que anuncia el comienzo de zazen. Esa si que es una buen pregunta. ¿Está sonando ya el madero?. Para esa pregunta si que tengo una respuesta. Puedo deciros con absoluta certeza que
si, que el madero ya está sonando en este instante para cada uno de
nosotros. ¿No lo oís?. Debemos hacernos uno con esta pregunta y realizar su respuesta instante tras instante.
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