martes, 27 de marzo de 2012

Todo está bien





En Primavera, la flor se abre.  La flor reconoce a la primavera que llega abriéndose a la luz. La primavera en la flor encuentra su certificación.  La flor en la primavera encuentra su sentido. Ahora, en este instante, en cada metro de terreno a nuestro alrededor la flor y la primavera están encontrandose, reconociéndose mutuamente.  Nosotros aquí en el dojo, en este instante,sentados en zazen estamos en presencia de esta profundidad insondable.  Esta profundidad insondable nos reconoce. Practicar es excavar ahí, en este ser reconocido hasta encontrar un camino al corazón, para también reconocer, para también reconocernos. Excavar un camino al corazón es encontrarnos con nuestra profunda identidad, una identidad que lo abraza todo: a la flor que nace y a la hoja marchita, a la luz y a la obscuridad, a lo sagrado y a lo profano, a la felicidad y al miedo, a la salud y a la enfermedad, al amor, al odio, a la primavera, al verano al otoño al invierno, en la naturaleza y en el cosmos, en nuestra vida y en nuestra piel , en nuestras vísceras.
Cuando, aunque sea brevemente, nos reconocemos a nosotros mismos, reconocemos la profundidad insondable que nos rodea, cuando esto ocurre aunque sea brevemente, entonces experimentamos un instante de eternidad.  Es el infinito en la palma de nuestras manos, la eternidad en un instante. La vida, la vía.
Zazen puede sin duda permitir que nos demos de  cara con este instante de eternidad, que nos encontremos de cara con este infinito ilimitado, que descubramos el sabor de la verdadera libertad.
Entonces profundicemos en lo esencial, excavemos en nosotros mismos, abramos ahora este camino a nuestro corazón.  La flor de nuestro espíritu está ahora abierta, ha reconocido la luz desde antes de nuestro nacimiento y esta luz está desde siempre certificándonos.  Reconozcamos esto instantáneamente, naturalmente, inconscientemente, automáticamente. 

Cuando la primavera llega, la flor se abre y luego en verano el ruiseñor cantará y en otoño las hojas se volverán rojas y en invierno la nieve y el frío lo cubrirá todo para de nuevo ahí en el corazón del invierno descubrir el leve palpitar de la nueva primavera que está llegando. Esto es mujo seppo, el sermón sin palabras del Tathagata.  Permitir que este sermón se despliegue libremente en cada acto de nuestra vida, en silencio, de forma recogida.

Adjunto el enlace a un video que expresa mucho mejor que cualquiera de mis torpes palabras este espíritu.  Disfrutarlo.

jueves, 8 de marzo de 2012

Urgencia

Cuando los médicos o los enfermeros de un servicio de urgencia entran en contacto con un nuevo paciente que necesita esta asistencia, habitualmente una de las primeras cosas que hacen es abrir una vía intravenosa.  Una aguja hipodérmica y un tubo que conectado al suero permiten mantener y medicar.  Esta vía abierta directamente a la vena del paciente puede salvarle la vida.
De la misma forma, la práctica de zazen abre una vía directa a nuestro corazón.  A menudo hago referencia a una estrofa de una salmo que dice: “quitarás de mi carne el corazón de piedra y me darás un corazón de carne” ("Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Ezequiel 36: 26.)
Zazen abre una vía que transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne. 
Cuando hablamos aquí de corazón no me refiero a la faceta sensitiva, emotiva, devocional con el que el corazón se relaciona de forma común, hablo del centro, del núcleo, del aspecto esencial y diferencial de nuestra naturaleza humana.  Es a este centro al que zazen abre una vía directa.  En nuestra sociedad actual, en nuestras actuales circunstancias, abrir y mantener abierta esta vía es vital para nuestra supervivencia.  Nuestra sociedad necesita de la cura de urgencia que zazen y otras prácticas pueden facilitarle.  Esta vía sintoniza nuestro corazón con el espíritu religioso.  Para eso tiene que atravesar capas y capas y capas de indiferencia, de soberbia, de codicia, de avaricia. Capas y capas acumuladas unas sobre otra a lo largo de nuestra vida, pegadas unas a otras con el dolor y el sufrimiento propio y ajeno.  Necesitamos que zazen abra esta vía, traspase estas capas, permita que nuestro corazón se transmute en carne, que nuestra agonía se transforme en compasión.
Y esto se produce natural, automática e inconscientemente cuando practicamos juntos.  Juntos, la comunidad, la shanga, en el dojo mantiene abierta esta vía para nosotros y para el futuro. Por favor proteger el dojo, proteger la shanga, proteger el dharma, nuestro mundo lo necesita.