domingo, 13 de junio de 2010

Guillermo me pregunta...


..si podría escribir un poco sobre Maestro Deshimaru.  

Intentar hacerlo sería una frivolidad por mi parte.  Es cierto que comencé a practicar con él, también es cierto que recibí la ordenación de bodhisattva y de monje de él y que durante tres años asistí a muchas de las sesshines que dirigió.  Pero no tuve una relación cercana.  Desde un punto de vista formal al recibir la ordenación eres  discípulo de quien te la da,  pero decirlo, al menos para mi, implica mucho más que una certificación formal. Y este algo más no se dió en mi relación con Sensei.

()Creo que en occidente hemos abusado de la palabra maestro.  Posiblemente aún no hemos sido capaces de digerir el fuerte contenido con el que nos ha llegado de oriente para metabolizarlo en nuestros esquemas culturales. Se nos llena la boca con la palabra maestro.  Pero he podido comprobar una y otra vez como algún condiscípulo ha pasado con pasmosa rapidez, de llenar el mundo con alabanzas sin límite hacia nuestro maestro a convertirlo en la raiz de todos los males de la humanidad.  Quizás sea la condición humana, no se.

Creo que un maestro es ante todo un amigo espiritual.  Y ahí amigo tiene una fuerza y un contenido que continuamente se nos escapa de las manos. Se dice que un maestro es como el fuego, si te acercas demasiado te quemas, si te alejas demasiado no recibes su calor.  Por tanto estar a la distancia adecuada y por supuesto no estoy hablando de distancia geográfica, es necesario para que pueda establecerse la relación. Esta distancia debe establecerse por ambos lados.  Sinceridad es otra condición imprescindible, necesaria también para ambos. Creo que el discípulo avanza de la mano del maestro pero al tiempo el maestro avanza gracias a este acompañar.
Sea como sea es un tema enormemente complejo sobre el que yo personalmente debo reflexionar profundamente para intentar entenderlo.()


Cuando Raphael nos habla de Maestro Deshimaru, él  nos habla de su maestro.  Él era su discípulo. Discípulo cercano. Acompañó y ayudó a Sensei en su misión hasta su muerte.  Él, por tanto, puede con todo derecho hablar de su maestro, yo no. 

Guillermo, como mucho te puedo hablar de mis impresiones y quizás contarte alguna experiencia pero nada más.

Si tuviera que utilizar una sola palabra para calificar la impresión que Maestro Deshimaru me producía, creo que sin dudarlo utilizaría la palabra solidez.  Si observabas su postura de zazen esta transmitía una absoluta sensación de solidez.  A menudo se utiliza en el zen la imagen de la montaña, sensei sentado en zazen parecía una enorme y sólida montaña.  Pero no sólo en zazen, cuando andaba, cuando realizaba las ceremonias, todo en él desprendía una impresión de solidez.  También sus esfuerzos para implantar el zen en Europa, creo que tenían la fuerza que tenían gracias a la solidez de su decisión de hacerlo. Supongo que como cualquier ser humano pasaría por sus momentos de duda pero cuando enseñaba el Dharma nada manifestaba la menor fisura.

Pero al tiempo, en cada ocasión que pude estar cerca de él o en las pocas ocasiones que pude hablar con él directamente, sentí algo que no es habitual; la certeza de que ese ser humano que estaba delante mío, estaba en ese instante, absolutamente atento a mi. Estamos tan poco acostumbrados a esta sensación que cuando alguien te la provoca puede embriagar.

La vez en la que pasamos más tiempo junto a Sensei, fue durante la sesshin que dirigió en Barcelona.  Era la primera vez que venía a España.  Se comprometió para venir a Sevilla al año siguiente, pero cuando llegó la fecha ya se encontraba  enfermo por lo que nunca llegó a venir personalmente.

Llegó a Barcelona un par de días antes de la sesshin. Durante este tiempo un grupo, literalmente acampamos en la recepción de su hotel.  Manteníamos guardia permanente, siempre dispuestos a robar un poco de tiempo en su compañía.  Paseó por Barcelona, por la Ramblas.  Esto fue todo un espectáculo.  Sensei con su kolomo seguido por un rebaño de discípulos y discípulas, muchos rapados y con pintas extrañas.  La gente se paraba, se giraba, abría la boca y después de unos momentos de paro funcional seguía su camino, supongo que con tema de charla para la comida.  Comimos con él, le acompañamos a la conferencia en la Universidad, al dojo de Barcelona y por supuesto a la sesshin. 

Fue la vez que de una manera más cercana y cálida sentimos su presencia.  Yo aún la siento. Y aunque él no llegó a venir a Sevilla, Etianne, Raphael lo han traido con ellos cada vez en su práctica.  Así que no hay ningún motivo para pensar en esa época como en un momento especial que algunos privilegiados vivimos. Ahora no es para nada distinto.




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