Ella es hembra, él es macho. Ella es rubia, él tiene la piel blanca y un parche negro en un ojo. Ella es grande, él es pequeño. De ella sólo sabemos que fue abandonada cuando era un cachorro, y que desde entonces durante diez años ha vagado de aquí para allá. De él sabemos que ha sido maltratado una y otra vez hasta perder un ojo y quedar cojo de una pata. Ahora duermen juntos sobre la misma manta en el zaguán de entrada de nuestro templo. Después de vagar, de huir, de sufrir, ambos han encontrado su lugar. Se dan calor el uno al otro y corren juntos ladrando cuando un extraño se acerca. Juntos han podido abrir los ojos por fin a los colores del mundo, ya no tienen que ver sólo amenazas a su alrededor. Han podido abrir sus oídos a los sonidos del mundo, ya no tienen que escuchar gritos. Han podido abrir sus olfatos a los olores del mundo, ya no tienen que oler el olor del odio ni el de su propio miedo. Viéndolos no puedo dejar de conmoverme, y me pregunto porque nosotros que hemos tenido el buen karma que nos ha permitido nacer con forma humana, encontrar la vía, encontrar el Dojo, encontrar la shanga, seguimos dudando. ¿ Por qué no aceptamos nuestro lugar en el mundo, por que no dejamos caer las capas y capas de contaminación que nos confunden, que nos hacen vagar sin descanso?.
A ella la llamamos Linda, a él El Pirata, juntos sobre la misma manta han hecho girar algo, pequeño, quizás minúsculo en el universo. Pequeño, quizás minúsculo pero sus efectos serán seguro infinitos. Hoy acaba la Rohatsu sesshin, volveremos a casa, a nuestra familia, a nuestro trabajo, quizás al paro o a la soledad. Linda y El Pirata seguirán juntos sobre la misma manta protegiendo las puertas de nuestro templo, felices de estar donde están, felices de ser lo que son, mientras nosotros, con todo nuestro buen karma, seguiremos vagando como fantasmas de aquí para allá sin encontrar nuestro lugar en el mundo, ese que esta justo delante nuestra en este mismo instante. ¿Hasta cuándo?.