viernes, 18 de marzo de 2011

No es fácil


No es fácil nacer con forma humana, nacer como seres humanos.  No es fácil mantener nuestra humanidad durante veinte, cincuenta, noventa años.  Para hacer esto tenemos que alimentarnos, vestirnos, protegernos de las enfermedades, del frío y del calor,  educarnos,  formarnos. Para mantenerla nos esforzamos, a veces agredimos,  a veces amamos… pero siempre, siempre nuestros esfuerzos están acompañados por  el sufrimiento, el sufrimiento provocado por la ignorancia, por el odio, por la avaricia y siempre sabiendo que al final, irremediablemente, nuestra muerte disolverá en un instante los elementos que componen la humanidad que con tanto esfuerzo tratamos de mantener.  Este final llega desde muchas direcciones, enfermedad, vejez, y a veces también, como ha ocurrido ahora en Japón, puede llegar de la mano de la naturaleza.  
Para algunos toda esta carga de sufrimiento, siempre presente de una manera u otra, se hace insoportable, tanto, que renuncian a seguir tratando de mantener su humanidad y se suicidan otros, la mayoría, no tienen ese valor o esa cobardía y se narcotizan de diversas maneras para tratar de ocultarlo.
¿Qué podemos hacer con todo esto?.  ¿Hacia donde podemos girarnos?.  Son preguntas como estas las que impulsan que el deseo de practicar germine en nuestro interior.  Intentar acallar estas preguntas sólo puede aumentar nuestros sufrimientos.
La mayoría de los seres humanos sólo giramos nuestro rostro en dirección a la vía cuando el látigo del dolor penetra profundamente en nuestra carne, cuando cerca nuestra el sufrimiento aparece de forma brusca. Como ahora, cuando el sufrimiento trasmitido de forma inmediata, en primera plana, por todos los medios de comunicación actuales nos alcanza. Entonces y sólo entonces escuchamos los gritos que surgen de todo este sufrimiento.

Decimos cada tarde:”por innumerables que sean los seres sensibles, hago el voto de salvarlos a todos”.  ¿cómo podemos cumplir este voto?.  Mientras pensemos que estos gritos son ajenos a mi, que son diferentes de mi mismo no es posible. Mientras pensemos que tenemos que hacerlos nuestro, traerlos de fuera a dentro no es posible.  Mientras pensemos que hay alguien a quien salvar y alguien que salva no es posible.
Mientras pensemos todas estas cosas estos gritos, muchos otros gritos seguirán repitiéndose amplificados por el eco del inmenso universo. Podremos empezar avanzar por el camino sólo cuando empecemos a entender que nadie salvo nosotros mismos está lanzado esos gritos. Que esos gritos surgen de nuestra propia garganta, que esos innumerables seres sensibles son este ser sensible. Es sólo a partir de este momento en que empezaremos a caminar firmemente sobre nuestros propios pies como verdaderos seres humanos.  


domingo, 6 de marzo de 2011

Parar


Parar de correr, de perseguir, de estimular nuestra avidez, nuestro egoísmo, nuestro deseo de poder.
Parar de soñar, de huir de lo que no deseamos, de nuestros fantasmas.
Parar de cargar con el peso de nuestros pecados.  Dejar a un lado esa pesada carga.
Parar para permitirnos tomar consciencia de nosotros mismos, de nuestro cuerpo, de nuestras tensiones.  De cada cosa individualmente y de la totalidad.
Parar para tomar consciencia de nuestra respiración.  De nuestras ansias por inspirar, de nuestro olvido de la expiración. De cómo siempre dejamos una importante cantidad de aire en nuestros pulmones, no vaya a ser que luego no haya más.
Parar para darnos cuentas de que casi nunca llegamos al final de nada. De cómo no dejamos casi nada absolutamente terminado, sin huellas, sin rastro.  Es fácil seguir nuestro rastro, es ancho como una autopista y largo como lo es nuestra vida.
Parar para hacernos también conscientes de nuestros pensamientos, de donde vienen, a donde van.  No son nada y sin embargo ejercen un completo control sobre nosotros mismos.
Parar para sentirnos, para escucharnos, para observarnos y para olvidarnos en silencio, en la inmovilidad de nuestra masa de carne roja.
Parar para hacernos íntimos con nosotros mismos.  Para permitir que nuestro verdadera naturaleza se exprese libremente.
Parar para descubrir nuestros nexos con los demás y con todas y cada una de las cosas que llenan este mundo.

Para hacer esto no es necesario que utilicemos nuestra voluntad, ni nuestra inteligencia, ni nuestra capacidad de negociar, no hay nada ni nadie con el que tengamos que negociar.
Para hacer esto simplemente estar aquí, sin inquietarnos, sin miedo. No hay ninguna razón para tener miedo o inquietarse y si hay muchas razones para el asombro, para la sorpresa, para el deleite con la absoluta maravilla que es la vida.